
El pasado lunes, tuvo lugar la primera conferencia que sustituyen a los seminarios de la asignatura. El tema central era el Acogimiento Familiar.
La verdad, es que era un tema que desconocía, ya que muchas veces confundimos el término acogimiento con el término de adopción.
Para informarnos de ello, vinieron dos chicas que trabajan en este ámbito, concretamente en un centro de menores y acogimiento familiar. Antes de adentrarnos en el tema, una de las chicas nos planteó una serie de cuestiones para saber qué ideas previas teníamos al respecto: ¿Qué tiene que tener una familia?, ¿Qué tipo de menores acuden a estos centros?.
Según mi opinión, respecto a la primera cuestión, las principales características que deben tener una familia son las siguientes: Comunicación, respeto mutuo, capacidad para satisfacer las necesidades básicas (vivienda, alimentación, afectividad, etc.), protección (apoyo, apego, etc.), estabilidad emocional y capacidad plena de obrar.
A estos centros van menores de 0-16 años, en situación de desamparo y riesgo social (absentismo escolar, delincuencia, drogadicción, etc.), abandonados o maltratados física o psicológicamente en su entorno familiar, con graves problemas de desadaptación social (inmigrantes, etc.) o derivados de familias desestructuradas.
Los centros de menores son un proceso de intervención mientras se busca un hogar de acogida, ya que los menores siempre se van a encontrar mejor en familia de acogida, además de ser el contexto más adecuado para “desintoxicarse” de las circunstancias que le hayan llevado a ese centro y para reinsertarse de nuevo a la sociedad.
El niño/a que este en acogimiento familiar sigue teniendo un vínculo con su familia biológica, las cuales estén en proceso de rehabilitación. La familia de acogida se compromete a que se produzcan esas visitas con el menor, al igual que el seguimiento por parte de los psicólogos, educadores y trabajadores sociales del centro, para así analizar la evolución del niño.
Es triste pensar que en Andalucía, únicamente existen 30 familias de acogida, ya que hay un gran número de niños en situación de desamparo que necesitan con urgencia una familia o un contexto favorable para su educación, pues de ello va a depender su desarrollo personal.
Otro de los casos que pueden llevar a un menor a ingresar en un centro de menores, puede ser el ser hijo de padres preadolescentes, considerados como no aptos y capacitados para educar a sus hijos.
Esto me ha hecho recordar el caso que vi hace poco en los medios de comunicación, donde una niña de tan sólo 10 años, había tenido un bebé en un hospital de Jerez.
Según he leído en diferentes artículos de prensa, la Consejería para la Igualdad y Bienestar Social de la Junta de Andalucía está estudiando si la menor rumana de diez años pueda seguir teniendo con ella a su bebé
En caso de que se determine que los padres no están en condiciones de hacerse cargo de la menor y el bebé, la Administración deberá reforzar la protección y evaluar si su familia extensa (abuelos, tíos, etc.) pueden asumir esta responsabilidad, sino habría que tomar medidas.
Sin embargo, pienso que antes de tomar cualquier decisión respecto a la custodia de esa menor y su hijo, hay que tener en cuenta las características culturales y educativas de su país de origen (Rumanía), y que la niña ya venía en estado de su país.
Pero que una niña sea madre tiene grandes riesgos para ella y para su hijo, pues de jugar con muñecas a tener un bebé a su cargo hay un gran cambio; además de constatar un fracaso en la integración y un desafío para nuestros servicios sociales y educativos.
El objetivo de las conferencias es aproximar la realidad de la intervención en distintos ámbitos y colectivos a nuestra asignatura. Desde ese punto de vista, me alegra que la conferencia haya sido de tu interés. Jose
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