El otro día en clase, junto al grupo M1, estuvimos trabajando un artículo publicado en El País (9 de Mayo del 2011) por Joaquín Estefania, titulado El gran saqueo.
En este artículo analizamos la cohesión social, considerando ésta como la igualdad de oportunidades en la adquisición de recursos para que una persona pueda mejorar su calidad de vida.
La cohesión implica un continuo o mantenimiento de una mejora, pero estamos en una sociedad muy individualista, donde los valores e intereses individuales priman sobre los intereses comunes, y “si el pobre nace con esa condición, será pobre para toda su vida”, pues estamos viviendo en un ambiente de crispación y preocupación por la gran crisis económica, donde el empleo brilla por su ausencia y los índices de pobreza empiezan a crecer en nuestro país según datos científicos.
Sin embargo, esta crisis no la podemos analizar simplemente desde una visión económica sino también social, ya que está cambiando la forma de actuar y pensar de nuestra sociedad. Vivimos en un mundo globalizado y digitalizado, donde las nuevas tecnologías se han convertido en un elemento de cohesión social bastante importante, por lo tanto, el acceso o no acceso a internet será un nuevo elemento de exclusión social (“la brecha digital”).
Antes era el Estado o el Mercado el que “cubría” nuestras necesidades, pero ahora, con esta crisis actual por la que atravesamos, ninguna de estas dos instituciones nos da esa cobertura, por lo cual se crean nuevas desigualdades y situaciones de exclusión social. Aunque también hemos de reflexionar sobre una cuestión: ¿a escala mundial nuestro nivel de vida es sostenible?...yo creo que no, pues nos han educado para vivir por encima de nuestras posibilidades y en base a una sociedad consumista y derrochadora. Sin embargo, a pesar de esto, la culpa de esta crisis no reside sólo en nosotros/as, sino principalmente ha sido el producto de este sistema capitalista que tenemos implantado en nuestra sociedad, donde los ricos se han hecho más ricos a costa de los más pobres; y especialmente en las grandes potencias financieras y económicas, las cuales aprovecharon la época de “vacas gordas” para su propio beneficio y ahora ponen como excusa la crisis que sufrimos a nivel mundial.
El desarrollo sostenible implica un reparto equitativo del producto de la actividad económica, hecho que no sucede en nuestro país, pues abunda el reparto desigual y las diferencias de acceso entre los ciudadanos a las oportunidades y posibilidades a nivel socio-económico.
Ante esta situación como profesionales de lo social, en nuestra mano está la capacidad de análisis, acción y reacción para la búsqueda de posibles soluciones, pues entre una de nuestras funciones como educadores/as sociales está la de “agentes de cambio”. Deberíamos coger nota de alguno de los gritos y reivindicaciones de los INDIGNAOS del 15-M, sin duda alguna este podría ser un buen comienzo ante un posible cambio.
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